domingo, 28 de agosto de 2011

“La Niña” atacará de nuevo"

EL UNIVERSAL
EDITORIAL
28 DE AGOSTO DE 2011

“La Niña” atacará de nuevo"

El IDEAM anunció el retorno del fenómeno meteorológico llamado “La Niña”, en la segunda temporada de lluvias del año, que ya comenzó en el Caribe colombiano. La que se sobreviene podría ser la consabida “tragedia anunciada” porque buena parte de las obras de mitigación del invierno pasado no están concluidas y otras no han sido iniciadas.

Para el norte de Bolívar, las obras diversas del Canal del Dique son indispensables, pero algunas de las más importantes ni siquiera están en firme: los tres viaductos entre Corralito, Arjona, y el Dique, el levante de dos metros de esta misma bancada y la construcción de un puente nuevo en Gambote.

Uno de los problemas enormes del Canal del Dique en el área de Santa Lucía, Atlántico, es que algunos dueños de finca introdujeron tubos a través de la bancada para regar sus tierras y evadir los costos del agua y la ineficiencia del Distrito de riego. Como están los negocios del agro, la mayoría no da para pagar ni los costos del agua, hecho que debería revisar el Gobierno Nacional, aunque perforar la bancada debería tener penalidades severas, dada la posibilidad de causar desastres.

En el Sur de Bolívar sigue sin concluir el tapón del chorro de La Victoria en plena Depresión Momposina, de cuya seguridad dependen unos 30 pueblos, y cuyo nombre -depresión- también describe el sentimiento de la gente ante la ineficacia de las autoridades a pesar de estar financiadas las obras, aunque ahora se dice que allí necesitan 20 mil millones de pesos adicionales.

La insuficiencia de esos fondos en plena época electoral es una coincidencia que incomoda hasta a los más ingenuos, especialmente cuando aún no hay un pronunciamiento oficial acerca de qué pasó con el supuesto sobrecosto de 6 mil millones de pesos en la distribución de las ayudas en Bolívar a finales del año pasado.

Para el norte de Bolívar y para el sur del Atlántico, la solución está en las obras del Canal del Dique, brazo artificial del Río Magdalena que afecta a ambos departamentos y que por lo mismo debería unirlos. Lo que ocurra en la parte atlanticense del Canal afecta al norte de Bolívar, por lo que a los bolivarenses les interesa que la represa del Guájaro y el complejo lagunar aledaño -que ayudaron a inundar el norte de Bolívar en 2011-, funcionen bien.

También es importante que el sector naviero fluvial, que durante décadas ha tenido un rol hegemónico tras bambalinas con respecto al Canal del Dique y sus expansiones, rectificaciones, dragados y por lo mismo, daños irreversibles a los ecosistemas de la bahía de Cartagena y parques naturales coralinos, comprenda que el Canal del Dique no es suyo exclusivamente ni debe acomodarse a sus intereses particulares, en muchos aspectos contrarios a los colectivos de Cartagena y del país.

Cartagena debe luchar para que en el Dique se haga lo que más le conviene a su puerto marítimo, a los moradores de las riberas y a sus ecosistemas, y no a los intereses particulares.

El Canal del Dique, ¿a quién debe servir?

EL UNIVERSAL
Editorial
(9 de Agosto de 2011)

El Canal del Dique, ¿a quién debe servir?

El Canal del Dique, como sabemos los cartageneros pero ignoran algunas personas de fuera, es eso: un canal hecho por el hombre.

El Dique desembocaba en la bahía de Barbacoas, y las barcazas entraban desde allí a la bahía de Cartagena a través del caño del Estero, una conexión profunda, de agua salada, entre la isla de Barú y tierra firme. Este caño era el que hacía de Barú una isla natural, pero al conectarle el Dique en 1934 mediante el corte de Paricuica, el Estero se sedimentó hasta desaparecer.

El Canal del Dique es el que hoy mantiene el estatus isleño de Barú, y de ahí la confusión de algunos foráneos y hasta de algunos locales demasiado jóvenes para recordar el Estero, al creer que Barú es una isla creada por el Canal.

Las intervenciones del hombre han sido constantes, siempre para garantizar la navegación entre el río Magdalena y el destino final, la bahía de Cartagena.

Zapata de Mendoza le metió agua del río a las lagunas cerca de Calamar y las unió para lograr la ruta a la bahía en 1640; entre 1844 y 1848 se hicieron los 8 km del Canal de Totten, desde Calamar hasta Santa Lucía; entre 1923 y 1930 se redujeron las 300 curvas que tenía el río a 250; en 1934 se le enchufó el Dique a la bahía de Cartagena mediante el corte de Paricuica; entre 1951 y 1952 se redujo la cantidad de curvas a 93; y entre 1981 y 1984 se redujeron a 50, y se dragó el Dique a dos metros, ensanchándolo en algunas partes.

Todo lo anterior favorecía la navegación sin tener en cuenta que la menor cantidad de curvas y el dragado aumentaban el caudal y la velocidad del agua, y con ella los sedimentos que comenzaron a deltificar la bahía de Cartagena y a matar sus bajos coralinos y los de los parques naturales cercanos. No existía el concepto de conservación del ambiente, ni se sospechaba el daño que hacía el agua del río en nuestra bahía.

Afortunadamente, cambió el paradigma de la ciudad, que promovía la navegación a toda costa. Ahora el paradigma cartagenero y nacional es el de salvar la bahía de Cartagena de la sedimentación, aun si hubiese que clausurar la navegación mayor por el Canal del Dique para lograrlo. El Canal tiene otros dolientes, como son las comunidades que viven en su margen. También hay conciencia plena de que es indispensable proteger la naturaleza que circunda al Canal.

Falta ahora cambiar el paradigma de que el Canal del Dique es propiedad de algunos de quienes transportan carga en él y se oponen a la demora y costo de las esclusas para su operación. Ellos promovieron la mayoría de las transformaciones modernas del Dique para tener convoyes más largos, más anchos y de mayor calado, contribuyendo a la debacle de la bahía. Este error se entendía antes, pero ya no es aceptable.

Las esclusas y estructuras de control no son la solución perfecta, pero sí la menos dañina para servir a un interés público superior: cuidar el ambiente y salvar el puerto de Cartagena.