jueves, 5 de septiembre de 2013

CANAL DEL DIQUE, LA HORA CERO - EL ESPECTADOR

Gobierno, autoridades ambientales, ingenieros y ambientalistas se reúnen hoy en Cartagena a discutir las soluciones para uno de los problemas más urgentes de la costa Caribe.
Por: Redacción Vivir33

En diciembre de 2010 las aguas del canal se desbordaron provocando la inundación de varios municipios en el norte de Bolívar y el sur de Atlántico debido a la ruptura de 214 metros de un terraplén. El Canal del Dique se ha convertido en una obsesión para el exministro del Medio Ambiente José Vicente Mogollón.

Su casa está atiborrada de papeles y documentos sobre el tema. Varias gigas de su computador están ocupadas por información, fotografías y videos sobre la que él considera una de las más desastrosas obras de ingeniería de Colombia. Y en su memoria guarda un registro exacto de los repetidos fracasos de los gobiernos para encontrar una solución.

Unos pocos minutos son suficientes para convencer a su interlocutor de que el principal inconveniente de este canal artificial del río Magdalena, construido a lo largo de 60 años, entre 1923 y 1984, ha sido la falta de voluntad política para atacar el problema. Un gobierno tras otro han contratado estudios con empresas y consorcios americanos, holandeses, franceses y colombianos, pero al final, a la hora de poner manos a la obra, ha reinado la indecisión. “El río Magdalena arrastra cinco veces más sedimento que el Amazonas”, comienza a explicar Mogollón, uno de los invitados al II Foro Mundial Ambiental que tendrá lugar hoy en Cartagena y es organizado por El Espectador. “Como la topografía es empinada, la geología joven, llueve mucho y el 70% de la población colombiana está ubicada en esa cuenca, entonces es un río que trae mucho sedimento”, dice Mogollón.  Por cada metro cúbico de agua, el río transporta 600 gramos de sedimentos. Al año, se calcula que el río arrastra unos 200 millones de toneladas de sedimentos. De estos, unos 10 o 12 millones entran por el Canal del Dique. Ese es uno de los “detalles” que sus constructores en el siglo XX no tuvieron en cuenta, por lo cual convirtieron esta obra en una bomba de tiempo. Cormagdalena invierte cada año alrededor de US$7 millones en obras de limpieza para evitar que se sedimente el canal. Un precio demasiado alto para un paso por el que apenas navega el 1% de la carga del país, principalmente hidrocarburos que provienen de Barrancabermeja. “El impacto ambiental sobre ciénagas y bahías, sobre la biodiversidad de la región, sobre los corales de las Islas del Rosario ha sido muy alto”, explica el exministro, y añade con resignación: “Llevamos 17 años estudiando el mismo problema”.

Tal vez esa historia de soluciones que nunca se hacen realidad habría continuado por quién sabe cuántas décadas más de no ser porque el 30 de noviembre de 2010 las inusitadas lluvias aumentaron el caudal del río y una corriente de 1.450 metros cúbicos por segundo rompió el dique sur. Todos los colombianos vieron las imágenes de pueblos y cultivos anegados. Era una tragedia anunciada, pero que al menos sirvió para despertar la conciencia de que la solución era inaplazable.

José Yunis, representante en Colombia de The Nature Conservancy y otro de los invitados al foro , coincide con Mogollón en que el país por fin parece estar ante una salida del problema. “Aquí se está definiendo el plan para la región”, dice Yunis al referirse a la adjudicación de un estudio a la alianza Gómez Cajiao y a la empresa de origen holandés Royal Haskoning el mes pasado. “Mucho de lo que diga este consorcio va a determinar la suerte de la región. Si no se frena el flujo de sedimentos, las Islas del Rosario se pueden olvidar del turismo. No habrá mas plataforma coralina”, advierte Yunis. También está en juego el destino de los pueblos aledaños, del sector agrícola, ganadero y la pesca. Para Yunis, el Canal del Dique se convirtió desde hace mucho en un problema nacional y confía en que el Gobierno mantenga su promesa de destinar $1,2 billones que hoy hacen parte del Fondo de Adaptación para las obras que requiera el Canal del Dique.

Mogollón, por su parte, confía en que este sea el último y definitivo intento por resolver el problema. Pero teme que se siga empapelando y dilatando el proceso. Por ahora, dice, tendremos que esperar 24 meses para escuchar una propuesta de solución y pasarán otros 24 más antes de que se liciten y comiencen a construir las obras requeridas. Al menos su laboriosa obsesión con el Canal del Dique le ha enseñado a ser paciente.